por: M. Carmen Gascón Baquero
directora literaria de la Fonoteca
Te escucho, Olvido, como pájaro o lluvia
que mide la velocidad de cada palabra,
las distancias hacia el asombro y lo cotidiano;
extrañezas y azar se ponen en línea hasta retener versos-horizonte;
luego se curvan colores expresionistas ¿cual cuadro de Gabrielle Münter?
¿Sigues creyendo que tus poemas nunca están acabados,
que son permeables, que están abiertos…?¿Deseas que los activemos?
¡Al leerlos y escucharte me rozan tantas preguntas!
Son como líquenes y musgo en piedra sin certeza.
Tu voz es viento que erosiona las cimas
mientras lo real y lo onírico se desliza en las profundidades.
¡Enigmática el agua de los valles que hace posible las montañas!
En ese “lugar donde las palabras alcanzan a las cosas”
me siento lectora-libélula; me acerco una y otra vez a contemplar
cómo coloreas conversaciones con agua de todos los tiempos:
Ana Ajmátova, E. Dickinson, M.Foucault, K. Malevich, Julia Uceda…
Nos invitas a derribar lo que está de más y con ello borro de mi mente
preguntas sobre tus cuadernos manuscritos, la pintura,
tus ciclos vitales, si se acercan las sombras de nuevos poemas…
Tú, que te haces cargo de tus libros, y escribes notas al terminarlos,
tal vez estés ahora cuidando en la intemperie
la voz de esta lectura antológica comentada
donde nos dices que “Escribir es agradecer”;
escucharte también lo es.