Vamos a escuchar parte de una conversación que mantuvimos con la poeta Ada Salas; nos acerca a su persona y nos desvela matices de su proceso creador.
Complementariamente la acompañamos de un texto de Aitana Monzón, la cual ha investigado su obra literaria.
por M. Carmen Gascón Baquero
Ada Salas es una poeta rotunda, una maestra del lenguaje y de lo que habita dentro –el hueco, la quemadura, la sombra, la omisión, la belleza. Entre «lo que añurga y atora» se gesta el extrañamiento, el misterio vital de esta escritora.
En su poesía el cuerpo mastica su propia soledad como un animal sediento. Sedientas también las manos, pues se ven despojadas de lo Otro, que bien pueda ser el sujeto amado, o la propia ontología. Reflejarse en una misma, verse como lo ajeno, observar desde fuera la fisura, cómo cae un cuerpo, cómo otro se apila sobre una, cómo se torna cadáver o animal desamparado, cómo un leve puñal, un gesto, o la avaricia del hombre llega a corroer la piel, la palabra, la semilla… Es arriesgado escribir desde aquí. Este padecimiento oscila entre lo inasible y lo palpable, haciéndose a la vez, en ocasiones, fuego y misericordia.
Si la verdad es belleza y la belleza es verdad, escribe Simone Weil que amar la verdad significa soportar el vacío, ergo, aceptar la muerte.
Poseer la verdad del mundo implica, en la poesía de Ada Salas, entrar en la soledad, desprenderse. Colmarse las manos de hermosura es saberse vaciada y a la vez henchida de lo nada. Por eso, aquí, la mística como camino de desprendimiento, voluntad o vocación de vacío. Es decir, huir de la luz hacia la luz, aceptar lo perecedero o, parafraseando a Juan Mayorga, hacerse un mundo en el hueco.
Cómo entrar en lo que duele y salir incólume. Lo que duele es el decir. O el no decir tal vez es lo que duele. Es este hueco del idioma el que nos conduce hacia dentro del precipicio, hacia el vértice de la tribu. Decir lo que se ve, lo que se toca, decir lo cuarteado de unos dedos, su expresión, su color incisivo. Nombrar la caída o unas manos que no se corresponden. Llevar la grieta al canto porque para Ada Salas «también existe / eso. Me refiero a lo que / no se puede nombrar // –no te puedo / decir // quiero sólo / romper // esto que // nos separa».
Adéntrense, entonces, en la caída, en aquella del famoso nadador de Paestum que atraviesa las páginas del último libro de Salas, Arqueologías. O en la caída de esa granada abierta para siempre, como se canta en Descendimiento. En definitiva, déjense extasiar por el silencio ensimismado de nuestra poeta.
Escrito por Aitana Monzón
Asistente literaria de la Fonoteca Española de Poesía.
IV Premio ESPASAesPOESÍA
















































